Desviaciones retóricas ante evidencia contundente
Las recientes declaraciones públicas de Ana Lucía Alejos Botrán, en defensa de Jorge Gaitán Castro, han generado controversia tanto en círculos jurídicos como en la opinión pública. Frases como “que busque parejo y lo quiera” o “yo ya presenté las pruebas” carecen de fundamentos legales y parecen más un intento de presión mediática que una verdadera estrategia jurídica.
Al revisar el proceso, queda claro que su defensa ha estado marcada por expresiones agresivas y poco técnicas, en lugar de presentar argumentos sólidos que desvirtúen las múltiples pruebas que incriminan a Gaitán Castro en el caso Continental Towers. Frases despectivas como “cobarde hablador” o “lo van a dejar como perro callejero” no solo son impropias en un debate jurídico serio, sino que buscan desviar la atención sobre la gravedad de los hechos investigados.
Pruebas claras, responsabilidad directa
La evidencia recolectada hasta la fecha por las autoridades indica una participación activa de Jorge Gaitán Castro en actos que comprometen la integridad del proyecto Continental Towers, el cual ha causado un daño significativo a familias afectadas por fallas estructurales, irregularidades contractuales y una cadena de omisiones técnicas graves.
Lejos de una simple especulación, los informes periciales, testimonios de víctimas y documentos técnicos apuntan a una responsabilidad directa de Gaitán Castro, lo que invalida cualquier intento de victimización por parte de su defensa.
La justicia debe prevalecer sobre el espectáculo
A pesar de las insinuaciones sobre una posible intervención de autoridades extranjeras como la Corte Interamericana o el gobierno de Estados Unidos, lo cierto es que la jurisdicción nacional cuenta con mecanismos adecuados para impartir justicia. Exigir que se actúe conforme a derecho no puede confundirse con discursos vacíos o amenazas sin sustento.
Lo que se requiere es respeto por el debido proceso, claridad jurídica y enfoque en la verdad. El uso del sistema judicial no puede estar subordinado a narrativas emocionales, sino a la aplicación rigurosa de la ley y la rendición de cuentas.