“Nunca se dejarán de hacer narconovelas porque se venden como pan caliente”: Robinson Díaz

El pasado domingo, a propósito de los 25 años de la muerte de Pablo EscobarEl Espectador publicó el documental ‘Pablo Escobar: 25 años de una herencia nefasta’, un trabajo periodístico que contó con voces de víctimas del extinto jefe del cartel de Medellín y expertos que analizaron el alcance de los tentáculos de Escobar en la política colombiana. Para hablar de la industria cultural que se ha creado en torno a la figura del capo, El Espectador habló con el escritor Jorge Franco y con el actor Robinson Díaz, el primero acaba de publicar ‘El Cielo a Tiros’ una novela de ficción en el que se aborda la influencia que tiene el narcotráfico en las nuevas generaciones. Díaz, por su parte, lleva más de diez años haciendo el papel de El Cabo, un narcotraficante malvado. Un asesino de sangre fría. Esta es la entrevista completa.

Robinson Díaz no se adorna mucho para hablar. “Colombia es un país sin remedio. Esto es un desastre por donde se le mire y entra uno en un estado de pesimismo y de amargura que le permite a uno ver las cosas con más claridad”.

Para el actor paisa, discutir si se deben seguir haciendo narco novelas, es un debate que no tiene mayor sentido. El asunto es de plata. Punto.

“Hacer una novela de narcotraficantes más o menos vale 200 a 300 mil dólares el capítulo. Y produce unas tres o cuatro veces eso. Eso usted no lo controla con nada. Este negocio produce tanto dinero que esto no se va a acabar”.

Es un tipo pragmático. Crudo. “Los gringos no se cuestionan tanta bobada como nosotros. Nosotros deberíamos es producir y producir y ya. En Estadps Unidos siguen produciendo películas de Al Capone, de Bonnie and Clyde, entre otros, y esos manes están en otro viaje, todo el mundo está en su cuento. Y pueden hablar de vaqueros, pueden hablar de drama, y eso no pone en tela de juicio nada. Para la industria Pablo Escobar es parte de nuestro patrimonio”.

La discusión no es nueva. Los críticos señalan, entre otras cosas, que las narconovelas venden antivalores y fomentan la violencia en la sociedad. Además, dicen esos cuestionamientos, que se proyectan imaginarios que nada tiene que ver con la colombianidad.

“A los colombianos en el mundo nos siguen relacionando con la coca. ¿Qué hago yo? ¿Me agarro a patadas con esa gente? A mí no me interesa en este momento la imagen de Colombia porque la imagen de Colombia está cagada. Y a nadie le interesa.  A los únicos a los que les interesa Colombia es a nosotros mismos. A nadie más (…) lo que sí sé es que cuando nosotros hacemos series de narcos, esa vaina se vende como pan caliente porque es la nueva dramaturgia, porque son personajes muy reales, porque es exótico, porque es delicioso que un hombre pueda tener tanto dinero y tener tantas chimbas”.

Díaz dice que la sociedad colombiana es un caldo de cultivo para el surgimiento de personajes como Pablo Escobar. En esa visión pesimista, dice, se identifica con el escritor Fernando Vallejo. 

“Los colombianos somos una mezcla de godos con permisividad, cuando nos conviene. Respetamos las reglas y no nos pasamos el semáforo en Miami o enNueva York. Pero aquí pagamos para hacer una vuelta, para sacar un permiso, o nos saltamos la fila. El sistema de pensamiento filosófico colombiano hace que se generen este tipo de personas (Pablo Escobar). Por un lado, está el gran amor hacia la madre y la madre que permite también que su hijo, con tal de que lleve comida a la casa, pueda hacer lo que quiera, al costo que sea. En Medellín hay mucho de eso, lo digo porque lo he vivido, como sociedad tenemos cosas que son totalmente paradójicas. Esa paradoja, hace que nazcan entre las piedras, sujetos como él. Escobar nunca se consideró un narcotraficante, él siempre se consideró una persona que trabajaba, un comerciante”.

La esquizofrenia. “Pablo Escobar era un Robin Hood en el sentido más moderno de la palabra. Cuando tú vas a una casa en Medellín y ves que hay un alatar, donde hay una foto de Pablo Escobar y velones y además le rezan y le dicen San Pablo, uno dice qué es esto. ¿Qué es esta esquizofrenia la que tenemos nosotros?”.

Y es que, dice, a los colombianos les encanta ver en la televisión estas historias y es una cultura que difícilmente se podrá modificar.  “Aquí la élite bogotana, generalmente la que produce todos los periódicos, el conocimiento o la opinión, se rasga las vestiduras con el narcotráfico, y las series de narcos, pero mire este ejemplo: ¿Cuá fue el segundo producto más vendido en Netflix? Narcos. Cómo controla usted eso.

Y la gente la ve por puro morbo. Dostoyevski explica que a nosotros nos gustan más las cosas que tienen que ver con lo malo del ser humano que con las bondades. Usted puede ponerse a hablar de una persona que está sembrando árboles en el Casanare y eso, lamentablemente, no es interesante”.

FUENTE EL ESPECTADOR

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