Su voz, que resuena con fuerza, es un faro de esperanza para aquellos que se encuentran recluidos y un llamado a la acción para la sociedad.
En un mundo donde la compasión por los reclusos parece ser una rareza, Jorge Alberto Carmona se erige como un faro de esperanza. Este hombre, con un pasado en el movimiento sindical y una profunda vocación por la justicia social, ha dedicado los últimos 15 años de su vida a defender los derechos de los privados de la libertad en Medellín, el Valle de Aburrá y Antioquia.
Me disculpan mis lectores hago una acotación en primera persona, resulta que, cuando estaba en segundo semestre de la universidad, la profe de trabajo social llevó como invitado especial a Jorge. Ese día, en el aula de clase, no solo aprendimos sobre una realidad que nos era desconocida, sino que también descubrimos nuestra propia capacidad de empatizar y de comprometernos con una causa. Jorge no solo nos mostró un problema, sino que nos entregó una herramienta: la posibilidad de ser agentes de cambio. Y así fue como, años después de aquella clase transformadora, volví a encontrarme con él, ya ejerciendo mi labor.
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Fue como reencontrarme con una parte de mí misma, con aquella joven estudiante que se sintió conmovida por su testimonio. En ese momento comprendí que mi vocación periodística era mucho más que contar historias; era una oportunidad para dar voz a los que no la tienen, para visibilizar las injusticias y para construir un mundo más justo.
La historia de Jorge; comenzó con una visita a la cárcel de Bellavista, una experiencia que lo marcó profundamente y lo impulsó a adentrarse en un mundo desconocido y lleno de desafíos. Desde entonces, Carmona se ha convertido en el defensor de los reclusos; quienes ven en él a su único aliado en la lucha por la dignidad y los derechos humanos.
